El cambio en la cantidad y aspecto del flujo en embarazo es algo muy habitual en esta etapa de grandes adaptaciones fisiológicas en el cuerpo de la mujer.
Sin embargo, es imprescindible saber cuándo su aspecto es normal para diferenciarlo de situaciones cuando puede ser un indicativo de que hay un problema que amerita la consulta con tu especialista para evitar posibles complicaciones. Para que sepas cómo distinguirlo y resuelvas oportunamente, te dejamos aquí todas las respuestas.
¿Por qué aumenta el flujo en embarazo? ¿Es normal?
Debemos saber que el flujo vaginal se conforma por una combinación de células muertas, bacterias propias de la flora vaginal y secreción mucosa generada por las glándulas ubicadas en las paredes de la vulva, de la vagina y junto al cuello uterino.
Durante el embarazo es muy normal tener abundantes secreciones vaginales, llamadas leucorrea, debido a tres causas principales propias de este momento:
Los estrógenos estimulan el flujo vaginal y en consecuencia aumentan su volumen en respuesta a la mayor movilidad hormonal que se genera durante el embarazo, ocasionando la característica abundancia de este tipo de secreciones. Por tanto, a medida que avanza la gestación puede haber variaciones en cuanto a la cantidad, frecuencia o en la consistencia.
Sin embargo, aunque es un síntoma que se espera ocurra en este momento, no todas las mujeres lo experimentan del mismo modo. Algunas podrán presentar un notorio incremento del flujo en embarazo, mientras que en otras el cambio será menos evidente.
Frente a todo esto, y más allá de diferencias particulares, lo importante es destacar que el flujo en embarazo que se considera normal debe presentar las siguientes características:
Pero atención, también pueden presentarse en el flujo en embarazo cambios que no son normales como, por ejemplo, variaciones en el aspecto, fuerte olor o color verdoso o amarillento, acompañado de ardor o prurito vaginal, que podrían ser una señal de alguna alteración en el microbiota de la vagina ocasionada por algún tipo de infección. Estas situaciones deben ser evaluadas por la ginecóloga o el ginecólogo que realice el seguimiento del embarazo.
Si mi flujo en el embarazo es marrón ¿existe algún problema?
El flujo vaginal marrón, esporádico y escaso es muy común en el primer trimestre del embarazo y generalmente no representa riesgo alguno. Suele ser ocasionado por el sangrado de implantación o por residuos de sangre que están siendo expulsados. Sin embargo, si se vuelve persistente es aconsejable consultar con tu médico.
Flujo vaginal durante el embarazo y el tapón mucoso
Es muy habitual que al inicio del embarazo se note el incremento en el flujo vaginal, pero estará presente a lo largo de la gestación, especialmente al acercarse el momento del parto, cuando es posible que notes que expulsas el tapón mucoso de aspecto pegajoso y espeso. El tapón mucoso es una barrera natural ubicada en el cuello del cérvix que sirve para aislar el útero gestante del exterior, evitando que las bacterias del área vaginal pueden causar infecciones en el útero.
Este proceso puede presentarse de manera gradual y casi imperceptible o de una sola vez, pudiendo en ocasiones presentar pequeñas trazas de sangre.
Tipos de flujo en embarazo que indican un problema
Si percibes que tu flujo en embarazo tiene un color verdecino, huele desagradable, produce dolor o cambia drásticamente de aspecto, podría ser indicativo de una infección u otro problema.
Por ello, ante alguno de estos signos en tu flujo vaginal debes prestar atención y buscar consultar con el especialista a la mayor brevedad posible. Presta especialmente atención cuando:
¿Por qué los cambios en el flujo en embarazo hacen recomendable consultar al especialista?
Debes prestar atención y acudir a revisión médica cuando las secreciones de flujo en embarazo tienen un aspecto espeso con un color verdoso o amarillento, mal olor acompañado de ardor, picor o enrojecimiento, porque son señales de que existe alguna infección vaginal.
Toda infección ginecológica acompañada de flujo patológico que ocurra a lo largo del embarazo podría resultar peligrosa ya que están vinculadas a complicaciones en la gestación. De esta manera, la tricomoniasis, vaginosis bacteriana, clamidia, candidiasis o gonorrea podrían originar parto prematuro o daños a la salud del bebé.
Por citar alguna de ellas, la vaginosis bacteriana es producida por un exagerado crecimiento de bacterias anaeróbicas propias de la vagina y se caracteriza por irritación acompañada de secreciones vaginales que huelen a pescado.
Consecuentemente, ante los cambios en el olor, color o consistencia del flujo en embarazo o el ardor o picor en el área vaginal se debe acudir al especialista para que evalúe oportunamente la posibilidad de una infección y prescriba un tratamiento tanto seguro como efectivo, tomando en consideración el estado de gravidez de la paciente y del feto en formación.
Dependiendo del diagnóstico, la doctora o el doctor podrá indicar productos tópicos como geles, supositorios, cremas o pomadas vaginales. En caso de la vaginitis bacteriana, el tratamiento será vía oral.
Por ello es importante evitar la automedicación y no consumir fármacos que hayan sido prescritos para tratar algún tipo de infección vaginal que se haya presentado previo al embarazo, puesto que podrían ser perjudiciales para el feto.
Conclusión
Durante la gestación las secreciones vaginales aumentan en cantidad y no deben preocuparte, siempre y cuando mantengan sus características fisiológicas normales. Cuando éstas varían pueden ser indicativo de que existe un problema de diverso origen.
Dado que algunas infecciones presentan síntomas muy parecidos entre ellas, no es fácil que logres identificarlos acertadamente. Además, aun cuando no presentes irritación, ardor o picazón, podrías tener además de una infección vaginal alguna enfermedad de transmisión sexual.
Por todo ello, ante cualquier modificación en el aspecto, olor o consistencia del flujo en embarazo, consulta oportunamente con tu ginecólogo o ginecóloga, quien despejará tus dudas y te recomendará la solución más adecuada, la cual puede incluir análisis microbiológico y tratamiento antibiótico o antifúngico.